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El verano y Cicerón

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Ha llegado el verano y muchos nos preparamos para disfrutar de unas merecidas vacaciones. Cambiar la rutina por el descanso, por el placer que encontramos en aquellas otras  cosas que nos hacen ser seres distintos, otra clase de cosas que rejuvenecen y confortan el cuerpo  y el espíritu. Lejos del ruido y de la manipulación de lo cotidiano, sustraerse a esta realidad que siempre acaba imponiéndosenos no va a ser tarea fácil.  Deseos de que la canícula estival y una larga playa azul me haga olvidar por un momento lo monstruoso: índices espectaculares de pobreza infantil, familias angustiadas, desahuciadas  y condenadas a la marginación, una brecha entre ricos y pobres cada vez más grave y un futuro laboral mezquino para los jóvenes. Cerrar los ojos debajo de la sombrilla para no ver  también infantas imputadas, políticos corruptos, partidos con dinero negro, cuentas en Suiza, sindicalistas en la cárcel, recortes, universidades estranguladas, colegios con alumnos desnutridos, hospitales en los huesos, políticos precocinados y muchas, muchas mentiras. Resulta difícil no tener el sentimiento de sobrevivir en una nación desmoronada, como afirma mi admirado Luís García Montero

 

Cerrar los ojos debajo de la sombrilla para no ver  también infantas imputadas, políticos corruptos, partidos con dinero negro, cuentas en Suiza, sindicalistas en la cárcel, recortes, universidades estranguladas, colegios con alumnos desnutridos, hospitales en los huesos, políticos precocinados y muchas, muchas mentiras.

 

Deseos de que las noticias se llenen de “serpientes de verano”, cosas intrascendentes, banales, como todos los veranos, no más sólidas que la espuma de una cerveza bien fría. Deseos de que el gobierno de este país se tomara también unas largas, largas vacaciones… Un gobierno que pervierte el lenguaje y que no defiende más que los intereses muy particulares de unos pocos. ¡Ay, Cicerón! ¿Conocen ustedes a Cicerón? (No, no es el apodo de ningún nuevo fichaje de verano que anuncie el “Marca”, obra de cabecera de nuestro abnegado presidente).  Un gobierno que vende como medida electoralista una reforma fiscal y una rebaja de impuestos  que en realidad suponen nuevos privilegios para las rentas más altas y nuevas infamias contra la clase media y los sectores más débiles de la sociedad.  ¡Ah! ¿Que no conocen a Cicerón? Escuchemos su discurso de más rabiosa actualidad venido del siglo I a C.:


En general los que vayan a estar al frente de la res-pública (entiéndase “el estado”, no quiero abrir ahora un debate sobre la forma de estado a costa del noble Cicerón) deben tener en cuenta dos preceptos de Platón: uno, que deben buscar el bien de los ciudadanos hasta tal punto que cualquier cosa que hagan debe orientarse a él, olvidando sus propios intereses; otro, que deben atender a la totalidad de la res-pública para que, mientras se busca el bien de una parte, no se desatienda al resto. Pues la administración de la res-pública debe ser ejercida, como la tutela, para bien de los administrados no de los administradores. Además, quienes se preocupan de una parte de los ciudadanos y descuidan a la otra parte, provocan en la ciudad el efecto más pernicioso: la sedición y la discordia; esto origina que se considere que unos defienden al pueblo, otros a las clases altas, pocos al total de los ciudadanos.
Por esto se produjeron grandes discordias entre los atenienses y en nuestra república no sólo sediciones sino también destructivas guerras civiles; el ciudadano sensato y fuerte, digno de estar entre los primeros en la república debe evitar y odiar estas acciones y entregarse por completo a la república, no perseguirá riquezas ni poder y mirará por los intereses de la república de tal manera que atienda los de todos. Y no arrastrará al odio o la maledicencia a nadie con acusaciones falsas, y en conjunto, estará tan unido a la justicia y la honradez que, mientras las observe, preferirá sufrir cualquier daño y afrontar la muerte, que abandonar los principios que he citado. (Sobre los deberes, Libro I, capítulo XXV).


Que así sea.


Meneceo.

Que nuestra habilidad sea crear leyendas a partir de la disposición de las estrellas,
pero que nuestra gloria sea olvidar las leyendas y contemplar la noche limpiamente.

Leonard Cohen