www.revistalalaguna.com

"Cifu" entre amigos

Imprimir Email

 

Estas páginas de la revista tendrían que haber estado ocupadas en primera persona por la voz y la palabra de un maestro irrepetible, Juan Claudio Cifuentes “Cifu”.
Durante la preparación -con la excusa de la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes que se le condedió en febrero- de lo que iba a ser una sincera muestra de gratitud a la persona que nos hizo amar esa música nocturna y libertaria conocida con el fugaz nombre de Jazz, el  destino, compañero silente y traicionero, maquinó una de sus peores jugarretas y nos dejó sin “Cifu”.
Es impensable hablar de Jazz en España sin que en las primeras líneas de cualquier volumen que se precie no aparezca el nombre de Juan Claudio Cifuentes como el principal divulgador de esa música en nuestro país. “A todo jazz”, “Jazz porque sí” o el inolvidable “Jazz entre amigos” constituyen una valiosa enciclopedia sonora que los responsables de RTVE tienen la  obligación prioritaria de poner ya a disposición de todos.
Podríamos haber ocupado este espacio realizando un recorrido por todo el valiosísimo legado que nos deja. Pero han sido tantas las muestras de afecto y desolación que ha provocado su muerte, que hemos preferido que sean los que mejor le conocieron quienes tomaran la palabra.
Sobra decir que “Cifu” era una persona muy querida por el público y enormemente respetada por los compañeros de profesión. Aunque es cuando se tiene la oportunidad de contactar con algunos de ellos para solicitarles su participación en este homenaje, cuando te das cuenta, por el cariño con que todos han acogido este ofrecimiento, que el vacío dejado por el amigo tiene que ser inmenso.
A todos ellos un abrazo y el agradecimiento más sincero.

En los primeros años de la década de los ochenta, un jovenzuelo con pocas luces pasaba las horas procurando sacar algún sonido decente a un saxo tenor. Una noche, a eso de las 12, escuchó en el canal UHF cómo un tipo soplaba el mismo instrumento que él tenía en su habitación. Aquel sonido que salía por los orificios del desconchado instrumento poco tenían que ver con los intentos del chaval por ejecutar una interpretación medio decente de “En er mundo” o “El gato montés”.
Impactado por el descubrimiento, desde ese día no faltó a su cita con “Jazz entre amigos”. Un presentador tranquilo, de voz cálida y pitillo encendido,  transmitía “verdad”, y de su mano conoció a Lester Young, Dexter Gordon, Louis Armstrong o Bilie Holliday.
Una noche de invierno, con el programa ya empezado, el aprendiz de saxofonista empezó a sentir un poco de mareo. Algo confuso se levantó para ir a la cocina a beber un poco de agua, pero súbitamente cayó en el primer peldaño de la escalera. Al oír el estruendo, su padre -que ya dormía- se levantó y pudo comprobar lo que había ocurrido: el brasero de picón y pobreza que había debajo de la mesa-camilla había hecho una mala combustión, dejando el pequeño comedor vacío de oxígeno. El chaval todavía hoy se emociona recordando el estremecimiento del padre por atender de inmediato a su familia (cuánto lo quiere y cómo lo echa de menos).
Del resultado de aquel suceso le quedó al muchacho un diente roto (que hoy aún conserva como recuerdo de ese día), su amor ya eterno por el Jazz y el agradecimiento inmenso al responsable de que permaneciera despierto aquella noche.
Gracias, Juan Claudio Cifuentes.

Que nuestra habilidad sea crear leyendas a partir de la disposición de las estrellas,
pero que nuestra gloria sea olvidar las leyendas y contemplar la noche limpiamente.

Leonard Cohen