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Pobre Patria

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Intento explicar a mis alumnos de bachillerato en qué consiste la democracia y comienzo con la teoría elitista o competitiva (también llamada realista) del destacado economista Joseph Alois Schumpeter (1883-1950). Según Schumpeter la democracia es, en primer lugar, un mecanismo para elegir a aquellos que tienen que decidir sobre los problemas planteados en la sociedad, que relevan así al conjunto de los individuos de la tarea de decidir: los individuos no deciden, tan sólo eligen a quien decide cada cierto tiempo y se retiran a su vida privada; en segundo lugar, es un mecanismo de elección que se basa en una competencia electoral entre grupos o partidos políticos (élites) por los votos de la mayoría de los electores, votos que les confieran el poder de gobernar durante un período de tiempo regular. El mecanismo democrático es así similar al mecanismo de mercado: los políticos venden un producto, los electores compran el que más les interesa. No existe una idea tal como “bien común”.

Hasta ahora no hay reacción por parte de la “audiencia”. La temprana hora o quizá lo “familiarizados” que estamos con esta visión de la democracia (Schumpeter afirma que pretende ser una descripción de lo que resulta ser la democracia en nuestros días) no es propicia para reflexiones de ningún tipo.

¡La Madre Patria Llama!, escultura de Yevgeni Vuchétich y Nikolái Nikitin,  levantada sobre la colina Mamáyev Kurgán en Volgogrado



Seguimos. Para ilustrar la explicación nada mejor que las propias palabras del autor: “…con arreglo al criterio que hemos adoptado, la democracia no significa ni puede significar que el pueblo gobierna efectivamente, en ninguno de los sentidos evidentes de las expresiones “pueblo” y “gobernar”. La democracia significa tan sólo que el pueblo tiene la oportunidad de aceptar o rechazar los hombres que han de gobernarle. Pero como el pueblo puede decidir esto también por medios no democráticos en absoluto, hemos tenido que estrechar nuestra definición añadiendo otro criterio identificador del método democrático, a saber: la libre competencia entre los pretendientes al caudillaje por el voto del electorado. Ahora puede expresarse un aspecto de este criterio diciendo que la democracia es el gobierno del político”.

 

La idea de ser humano que subyace a la realista y descarnada concepción de Schumpeter y de muchos de los que nos gobiernan es la de un individuo sin interés por participar en la construcción de una sociedad en la que alcanzar metas comunes



Inmediatamente después de la lectura de este texto de Schumpeter (de su obra Capitalismo, socialismo y democracia) aparecen las primeras reacciones. Más entrada la mañana ya van despertándose algunas de las jóvenes conciencias y apareciendo gestos de desaprobación en las primeras filas del auditorio. Y surgen las dudas: ¿debe la democracia ser como realmente es o parece ser en las sociedades “avanzadas” actuales? La definición de democracia que da Schumpeter es simplemente la descripición de un mecanismo; no está sustentada en ningún ideal o principio ético; postula una concepción no política de la persona, concibiéndola como interesada sólo en su vida privada, alejada de cualquier interés en la realización colectiva de un bien común (bien es sabido el lema de los “ultraliberales”: “No existe el estado, sólo individuos”, Tatcher dixit). La idea de ser humano que subyace a la realista y descarnada concepción de Schumpeter y de muchos de los que nos gobiernan es la de un individuo sin interés por participar en la construcción de una sociedad en la que alcanzar metas comunes; un individuo que se siente satisfecho con participar sólo cada pocos años en la vida política de su sociedad, el resto del tiempo prefiere dedicarse a su vida privada (“a sus negocios”) sin ser molestado.

 

Frente a la visión “realista” o “competitiva” de la democracia, debemos anteponer el modelo de democracia participativa sustentada sobre una base moral.


Después de la crítica comienza el debate: este análisis puede no ser así; desde luego hay cosas que consideramos bienes comunes. Los alumnos (que ya parecen haber despertado del todo) empiezan sus aportaciones: en una sociedad consideramos bienes comunes el bienestar social, la convivencia pacífica, la justicia, la libertad, el respeto al medio ambiente, la tolerancia… Son valores democráticos que no nos resultan ajenos y que ponemos a menudo en práctica.

Y concluimos: frente a la visión “realista” o “competitiva” de la democracia defendida por teóricos como Schumpeter (todos mis alumnos están de acuerdo en que refleja muy bien la situación de la democracia en nuestro país y “que así nos va”), debemos anteponer el modelo de democracia participativa sustentada sobre una base moral. El Estado debe propiciar esta participación fomentando las asociaciones autónomas de ciudadanos, lo que algunos suelen llamar “las tramas asociativas”. Porque, “sólo un Estado democrático puede crear una sociedad civil democrática; sólo una sociedad civil democrática puede mantener a un Estado democrático.” Fin de la clase.

Acabada la jornada, cansado, me dispongo a recorrer los más de cien kilómetros que separan el Instituto de mi casa. Arranco el coche y pongo la radio. Por casualidad comienza una melodía que me es familiar y escucho la voz de mi admirado Battiato:


Mi pobre patria, aplastada por abusos del poder
de gente infame que no conoce el pudor,
se creen los dueños todopoderosos
y piensan que les pertenece todo
Los gobernantes, cuántos perfectos e inútiles bufones
en esta tierra que el dolor ha devastado
¿Acaso no sentís nada de pena
ante esos cuerpos tendidos sin vida?
No cambiará, no cambiará
no cambiará, quizá cambiará
Y cómo excusarlos, las hienas en estadios y aquéllas
de la prensa chapoteando en el fango como cerdos
Yo me avergüenzo un poco y me hace daño
ver a los hombres como animales
No cambiará, no cambiará
no cambiará, quizá cambiará
Esperamos que el mundo vuelva a cotas más normales,
que pueda contemplar con calma el cielo
que nunca más se hable de dictaduras,
porque quizá tendremos que ir tirando
mientras la primavera tarda aún en llegar.

MENECEO

 

Que nuestra habilidad sea crear leyendas a partir de la disposición de las estrellas,
pero que nuestra gloria sea olvidar las leyendas y contemplar la noche limpiamente.

Leonard Cohen