"Canciones para animales ciegos" de Benjamín León
El poeta Benjamín León (Chile, 1974), ha ganado el XXXIII Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez con su poemario "Canciones para animales ciegos", en esta entrevista realizada por Sara Castelar, el autor de "Para no morir", nos desvela algunos aspectos de su universo poético.
Benjamín León es un poeta chileno que desarrolla su actividad poética en ambos lados del mundo, ¿qué significa para un poeta chileno recibir un reconocimiento como es el Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez aquí en España?
Un reconocimiento, más aún uno como este, es muy importante, independiente de la ubicación geográfica. El hecho de que este reconocimiento lleve el nombre de uno de los autores más importantes de la literatura universal es un privilegio, pero también una responsabilidad. Creo que la obra de Juan Ramón Jiménez aún no ha sido vista en su verdadera dimensión, y es un autor que constantemente se está redescubriendo por las nuevas generaciones; no sólo desde lo literario, sino también, desde su visión por la forma, por la poesía misma y por la manera de comprender la actitud vital que el artista debe tener.
¿Influye de algún modo especial en tu escritura el hecho de desarrollarse en uno u otro lado del mundo, o permanece la esencia desligada del contexto geográfico?
Yo creo que la esencia se desliga del contexto geográfico, pues es necesario tener una mirada poética sobre las cosas para poder luego trasladarla al poema; sin embargo, el hecho de estar entre el Pacífico y el Mediterráneo, me ha permitido encontrar nuevas lecturas y, junto a ello, buscar una forma que se acerque un poco más a esa que no encuentra mi estilo, como diría Rubén Darío. En mi caso, he aprendido gran parte de los recursos literarios a partir de lecturas de poetas de este otro hemisferio y, también, debo reconocer la importancia de Internet y las redes sociales en este aprendizaje, ya que la Web, como una gran biblioteca, almacena gran parte de los mejores y más dichosos momentos de los más dichosos y mejores espíritus, como diría Shelley.
En esta época, donde la homogenización parece ser uno de los principales objetivos de aquellos que controlan las avenidas del conocimiento, y donde la aparente cercanía no obedece a cuestiones geográficas ni espaciales, sino a un teclear veloz e impersonal, resulta más necesaria que nunca la contención, la pausa y el silencio que habita en la palabra poética.
En este libro se destaca la presencia de referentes muy cercanos a la tradición poética española, como Luis de Góngora y toda la tradición, ya clásica también, de la Generación del 27 ¿por qué consideras necesaria esta recuperación de la tradición lírica y qué crees que aporta a la poesía de nuestros días tan desvinculada de esas tendencias?
En esta época, donde la homogenización parece ser uno de los principales objetivos de aquellos que controlan las avenidas del conocimiento, y donde la aparente cercanía no obedece a cuestiones geográficas ni espaciales, sino a un teclear veloz e impersonal, resulta más necesaria que nunca la contención, la pausa y el silencio que habita en la palabra poética. Resulta vital para estos días llenos de sortilegios tecnológicos y destellos científicos, recordar que venimos del humilde barro, agua y polvo, que somos mineral y aire, respiración y expiración. Resulta vital para estos días donde los signos y el léxico, donde el lenguaje en general, parece estar frente a un batallón de usuarios dispuestos para el fusilamiento, que volvamos al objetivo inicial de las palabras: otorgar singularidad a lo que habita, nombrando cada cosa por la particularidad de sus atributos y funciones, dignificando así lo existente y, con ello, la memoria de aquellos que dejaron su vida para conservar lo que hoy, lamentablemente, nos resulta usual y cotidiano. En este ámbito, el compromiso del poeta incluye una lucha por la preservación del lenguaje y su sentido más profundo, ese que existe detrás de la sombra invisible de cada palabra, más allá de su semántica, atravesando así lo pragmático, y casi vulgar, que con el mal uso le hemos ido otorgando; vale decir, abrir los significados de las palabras para promover un verdadero encuentro con el logos y, desde ahí, un reconocimiento a la propia esencia de cada ser; fomentando de esta manera un diálogo entre dos sectores invisibles y esenciales que, a la larga, se traducen en comportamientos y acciones, en vida latiente y dialogante entre los pueblos, en vida verdaderamente humana. Es importante que los creadores rescaten a la tradición, que vuelvan a ella y que desde ahí la revaloricen por medio de contribuir con elementos más actuales a esas formas, que la recreen. En una sociedad donde el lenguaje está siendo constantemente castigado, el rescate de la tradición, de las formas antiguas, de las figuras literarias más que la simple exposición de relatos escritos en forma de verso, nos permiten dialogar con las más profundas emociones, con aquello que se pronuncia como indecible en el corazón y que sólo a través de las expresiones artísticas podemos conocer y expresar.
“Canciones para animales ciegos” recorre lugares interiores que cada persona hace suyos en el trascurso de la lectura y conecta las emociones diversas formas de compasión y empatía ¿representan tus animales ciegos a un hombre más humano?
Canciones para animales ciegos habla de esa compasión que en su esencia nos permite comprender las emociones más hondas del otro; pero que, además, nos lleva a querer aliviar el dolor. Va más allá de ponerse en el lugar del otro, es tener una acción sobre el dolor del otro. Creo que esta es la verdadera crisis contemporánea: una crisis humana que nos desvía de lo esencial para imponernos prioridades que apuntan a lo material, a lo efímero.
En una sociedad donde el lenguaje está siendo constantemente castigado, el rescate de la tradición, de las formas antiguas, de las figuras literarias más que la simple exposición de relatos escritos en forma de verso, nos permiten dialogar con las más profundas emociones, con aquello que se pronuncia como indecible en el corazón y que sólo a través de las expresiones artísticas podemos conocer y expresar.
Y para finalizar esta entrevista, háblanos de esos poetas que deberíamos leer con devoción y que han alentado el crecimiento de tu poesía.
En mi caso, Gabriela Mistral resulta fundamental por su fuerte conexión con los desposeídos y por su papel como referente ético y poético en un contexto decadente, en un mundo herido globalmente por los intereses ególatras de ciertos sectores. De la misma manera, otros poetas de mi país, autores como Jorge Teillier, quien a partir de una poesía lárica nos invita al retorno, a abandonar la idea de megápolis donde el desarraigo y la despersonalización es lo frecuente. De la misma manera, la riqueza lingüística de Vicente Huidobro y de los jóvenes poetas que el frecuentaban, como Gonzalo Rojas o los surrealistas del grupo Mandrágora. Por otra parte, en este otro hemisferio, los clásicos españoles me parecen imprescindibles para aprender a respirar y a comprender lo más hondo de la poesía: San Juan de la Cruz, Jorge Manrique, Góngora, Juan Ramón y los hermanos Machado, los poetas del 27 y Miguel Hernández, José Ángel Valente, Antonio Gamoneda, entre otros, me parecen poetas de cabecera.
“Canciones para animales ciegos”, de Benjamín León.
Hacia el degüelle van los animales ciegos,
sus corazones gimen, sus voluntades sangran
y en sus pupilas yacen la luz y la certeza.
El peso de la noche se extiende por sus lomos,
y la humedad carcome con hambre e injusticia.
Cruzan entre cadáveres de anónimos hermanos,
lloran en mansedumbre la desaparición,
arrastran la cadena que sostiene el insomnio.
Huelen traición y mierda, oyen los alaridos,
oyen cuchillas, fierros, desagües del horror,
envolturas de plástico, urgencias y balanzas
que asoman a la mano que amarga la sentencia.
Hacia el degüelle van los animales ciegos,
mi corazón les llora, mi corazón es prójimo:
hierba de su dolor, su voz, su semejanza.