Página 30-31 - LA LAGUNA - Revista Cultural N0

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Caminante, son tus huellas el camino
y nada más;
Caminante, no hay camino, se hace
camino al andar.
Siempre me acompañará aquella imagen
de aquella blanca Biblioteca de color mar-
rón de aquél ya perdido e irrecuperable edifi-
cio…, y aquella segunda planta, fría y callada.
Fría de color y trato, pero que ya forma román-
ticamente parte de la infancia y adolescencia
de quienes apuntamos y quienes despuntan
los cincuenta, también los sesenta, los que en-
tonces nos dejábamos ver por allí, hincados en
aquél irrompible y único sofá marrón, artilugio
sentadero de varias plazas allí descubierto y
jamás antes visto por aquella inmensa mayoría.
Callada como norma en medio de silencios
no educados, no habituales en nuestras vidas
de calles empedradas, de charcos y zapatos
remendados, calladas que a Don Pablo Que-
sada y a Patro Tejero les costaba, a veces,
sudor y lágrimas su imposición como norma.
Frío y silencio, pero en el interior de laBiblioteca
aquella morrocotuda e incontable Espasa Calpe,
dicen que producto, décadas antes, de un ex-
polio fascista a un particular del pueblo; delante
un denso estante de numerosos libros infantiles,
jamás vimos tantos; y uno largo, casi perimetral,
con los grandes nombres de la literatura; y revis-
teros, periód-
icos locales
y
nacion-
ales, intere-
santes pub-
l i c a c i o n e s
c u l t u r a l e s
y variopin-
tas
apila-
das en aquella mesa …, un trajín de en-
tradas y salidas, la intrigante novedad
de la Cultura en mayúscula: ¡los libros!
Y aquellas escaleras huecas, aparente-
mente sueltas y distantes unas de otras, rui-
dosas siempre bajo las pisadas rápidas de
la chiquillería, un espacio que desde abajo
y la supuesta clandestinidad permitía ino-
centes y canallescas miradas hacia arriba,
descubriendo, por fin, lo eternamente oculto.
Así, en la planta de abajo se situaban anexas
otras dependencias menores, un inútil e infrau-
tilizado patio interior en bancada, con una es-
calinata marmórea que moría a los pies de una
fuente mohosa y resbaladiza… y a ras del suelo,
en todo su borde, un alto muro de ladrillos, con
algunos de sus cantos salientes como elemento
de diseño, pero que facilitaban la escalada furti-
va desde el exterior, desde aquellos desaliñados
e inolvidables jardines, donde siempre sucedían
otras cosas, benditas y hermosas cosas al aire
libre, aquellas que tienen al amor, entonces pro-
hibido, como insaciable protagonista de frígidas
noches de invierno y alargadas tardes de prima-
vera. Entre tanto, siempre presentes aquellas mi-
radas ocultas, clandestinas, canallas e inocentes.
Al mismo tiempo, en otros lares, el hom-
bre viajaba a la luna, y aquí nosotros, a años
luz descubríamos por vez primera la existen-
cia, como derecho propio, de una Biblioteca,
que en Íllora se constituyó como la primera in-
stitución cultural de servicio público que posibil-
itó, durante el último cuarto del siglo XX y prim-
eros años del presente siglo XXI, la conquista
del conocimiento y el uso del tiempo de ocio
que empezaba, tibiamente, a ser para todos.
Nunca se entendió la Biblioteca, en aquella
planta intermedia, sin los jardines de la Bibli-
oteca, abajo, a ras del suelo; tampoco pudo
ni puede entenderse recordar la Biblioteca sin
el Salón de Actos de la Biblioteca, en la plan-
ta alta, arriba, a ras de aquél tejado plano de
montaña, alquitranado, del que emanaba
en verano un inaguantable calor, pero so-
portable, como casi todo en aquellos años.
El edificio de la Biblioteca y sus distintos es-
pacios facilitaron la información y presentación
de distintas y variadas propuestas, todo ello de
difícil o imposible acceso sin la presencia de
la misma. Además de las novedades literarias
y de los recursos culturales que propiamente
ofrecía la Biblioteca como sala de lectura, este
centro cultural y sus espacios complementa-
rios favorecieron, muy especialmente desde
la llegada de la Democracia, últimos años se-
tenta y primeros ochenta, en su planta alta, el
uso y desarrollo de actividades polivalentes,
culturales y socioculturales, en donde lo mis-
mo se representaba una obra de teatro que se
acogía una conferencia, una charla, un recital
de poesía, un concierto de flamenco o una
asamblea o mitin político de uno u otro sen-
tido, las asambleas de la Cooperativa del pan,
así como intermitentes exposiciones, semanas
culturales, ciclos de cine, cursos de formación,
reuniones de asociaciones, etc., etc., etc.
La Biblioteca, como centro cultural enton-
ces, tuvo vida propia e irradiaba conocimiento
y procesos permanentes. Eran años de es-
peranzas, quizá hoy rotas, años de ávidas
búsquedas y anhelosos descubrimientos, de
aperturas de caminos y rupturas de linderos.
La irrupción de la Biblioteca Pública Mu-
nicipal en nuestras vidas coincide con la lle-
gada de los grandes proyectos educativos
y culturales de nuestro pueblo y, por exten-
sión, de nuestro municipio. En esos años
crecimos y vimos nacer el Colegio de EGB
Gran Capitán, el Instituto de Bachillerato, en-
tonces delegación del Instituto Padre Suarez
de Granada, hoy Diego de Siloé, y algo más
tarde el Instituto de Formación Profesional y,
poco a poco, gota a gota, también, Colegios
decentes en todos los pueblos del municipio.
Eran los últimos años sesenta y los primeros
setenta cuando el aparente despertar de un
pueblo, fatalmente dependiente del caciquismo
impuesto y dócil a laoligarquíaagraria local, asis-
tió desesperado al mayor éxodo conocido de su
población, camino de la emigración a Cataluña
y a Centroeuropa, principalmente. ¿Quién en Íl-
lora no tiene un familiar o, al menos, un vecino,
que maleta en mano, no atravesara España o la
mitad de Europa, en busca de una mejor vida?.
Idas y venidas, trasiegos, andenes y cruces
de caminos, descubrimientos, conocimientos y
experiencias, emociones, miserias y pasiones,
desengaños, penas y alegrías, éxitos y fraca-
sos, procesos propios de la emigración, tam-
bién de la multiculturalidad. Y siempre, siem-
pre, soñando con el retorno. Son esos silencios
sin fotos de nuestra historia más reciente, de-
seados olvidos jamás presentados en un ál-
bum fotográfico, menos aún en libros amables
de imágenes y memorias. La miseria, la an-
gustia, el desafío con la vida no se retrataba,
no había nada que guardar para el recuerdo.
Pudo haber cambiado todo pero hoy, más
que nunca, casi todo sigue igual que antaño,
casi todo. Pero no es lo mismo porque sería in-
justo comparar el contexto negro sin grises de
entonces con el actual, sería injusto comparar el
perfil del emigrante joven de ahora con aquellos
padres, tíos, primos, abuelos, vecinos que mar-
charon únicamente con sus manos y que lo hici-
eron desde la extraordinaria dignidad que solo
un obrero o un jornalero puede contar, aquellos
a quienes a la fatídica necesidad se sumaba la
cruel adversidad y desventaja que dispensa la
falta de formación académica, la incultura, el
analfabetismo, la ausencia de ayudas oficiales
y auxilios de viaje, en definitiva la conformidad
de una situación de vida o muerte, de riesgo y
de aventura, oportunidad al fin y al cabo. Ojalá
nunca tengamos que decir que es lo mismo.
A la par que esa atroz galopada cruzaba
fronteras, también mares, emergía en nues-
tro pueblo una nueva generación, la de los ni-
etos de la guerra y los hijos de la posguerra,
aquellos que sólo de vez en cuando habían es-
Y AQUELLA
PIPA
ÍNSULA. LA BIBLIOTECA. . .
Por Antonio Caba.
”Son esos silencios sin fotos de nuestra
historia más reciente, deseados olvidos jamás
presentados en un álbum fotográfico, menos
aún en libros amables de imágenes y memo-
rias. La miseria, la angustia, el desafío con
la vida no se retrataba, no había nada que
guardar para el recuerdo.”
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“Nos llegaron los libros y los extraordinarios
contenidos que atesoraban sus letras, sus
palabras y sus mensajes, algunos al filo de
lo prohibido, pero había que elegir y después
descifrar para saber y gozar, aunque enton-
ces el saber era el prioritario y tras tanta se-
quedad y tanto desierto cerrado el hartazgo
nunca llegaba.”