Porque sueño, yo no lo estoy, porque sueño, sueño, porque me abandono por las noches a mis sueños, antes de que me deje el día. Porque no amo, porque me asusta amar, ya no sueño, ya no sueño. Ya no sueño, ya no sueño, ya no sueño, ya no sueño. A ti, la Dama, la audaz melancolía que con grito solitario hiendes mis carnes ofreciéndolas al tedio, tú que atormentas mis noches cuando no sé qué camino de mi vida tomar, te he pagado cien veces mi deuda. De las brasas del ensueño sólo me quedan las cenizas de una sombra de la mentira que tu misma me habías obligado a oír. Y la blanca plenitud no era como el viejo interludio, y sí una morena de finos tobillos que me clavó la pena de un pecho punzante en el que creí, y que no me dejó más que el remordimiento de haber visto nacer la luz sobre mi soledad. E iré a descansar, con la cabeza entre dos palabras, en el valle de los avasallados.
Fragmento de El valle de los avasallados (L'Avalée des avalés), de Réjean Ducharme
Acerca de LO BUENO, LO ÚTIL Y LO BELLO de William Morris, primera publicación de Mochuelo Libros.
Está naciendo en Buenos Aires Mochuelo Libros, editorial artesanal. Y lo hace con William Morris, artesano romántico, poeta, sabio y buen hombre de fines del siglo XIX. Su vastísima y profunda filosofía de vida podría resumirse en una idea, tomada –nobleza obliga-, de su maestro John Ruskin: El arte es la expresión de la felicidad del hombre en el trabajo. Sólo con esa frase bastaría para dar una conferencia, dándole la misma entidad que el provocador de Dalí le diese a cada una de sus frases, aunque ese sea otro tema.
Morris, como todo hombre que realmente desea para la humanidad su redención, supo criticarla como el que más: desde la opresión entre congéneres hasta la contaminación ambiental, pasando por la injusticia, la guerra o la fealdad; no entendía cómo, teniendo tanto para ser felices, seamos capaces de ignorar todo lo que el mundo nos ofrece; lamenta, sorprendido, que nos empeñemos en ensuciarlo y afearlo cuando tenemos todo para vivir armoniosamente con él y con nosotros.
Aunque, claro, no todo en él es queja; reconoce en los artesanos medievales y en los de su tiempo, la capacidad de vivir para crear cosas útiles y hermosas; celebra el haber conocido a los prerrafaelitas; enaltece la capacidad del arte para vivir en plenitud; nos enseña a admirar a los hombres del pasado, a los genios pero también a las sociedades donde convivían el trabajo de sol a sol con la fantasía.
De todo esto, lo que detesta y lo que encomia, habla la compilación LO BUENO, LO ÚTIL y LO BELLO. De hecho, por hablar Morris de este modo es que Mochuelo Libros decidió comenzar su camino editorial con su mensaje: la utilidad del Arte, la necesidad de lo Bello, el deber de honrar lo Útil son nortes a los que, ya que soñar es relativamente gratuito, apunta este proyecto.
La publicación incluye una selección de escritos del autor y acerca de él -muchos de ellos, hasta hoy, inéditos en castellano-. Los textos que la componen son: "Prefacio a la naturaleza del gótico de John Ruskin", "Los propósitos del arte", "Discurso sobre una muestra de la Escuela Prerrafaelista inglesa", "Por qué celebramos la comuna de París" y "Sobre tontos y patos". Los textos introductorios son: una biografía de Morris escrita por Holbrook Jackson y un ensayo de Chesterton sobre el autor, ninguno de ellos había sido publicado en nuestra lengua; y, también, un prólogo de los Editores, del cual, al final de esta reseña, se ofrecen sus pasajes más significativos. Finalmente, la obra contiene una selección de frases pertenecientes a múltiples escritos del artista artesano, a la que llevan por título “Extractos”.
Para los Editores de Mochuelo Libros, Andrea Constanza Ferrari y Tomás García Lavín, resulta “una gran alegría nacer con el mensaje de William Morris, quien supo ser, y al mismo tiempo, escritor, activista político, pintor, editor… y, sobre todo, un hombre esencialmente bueno. Cuyas vida y obra fueron y serán los símbolos de la defensa de los oficios, las artesanías y el respeto por los saberes del pasado.”
Fragmentos de “William Morris o el hombre útil”, prólogo a Lo Bueno, lo útil y lo Bello:
“El mensaje de Morris es claro y es honesto: nos dice que la manera de hallarnos a nosotros mismos, y poder habitar la sociedad armoniosamente es haciendo cosas útiles. Para él sí importaba la autenticidad de las cosas, trátese de un mensaje como del material de una vasija. Y con todo, vida convertida en ejemplo, buscaba influir en los demás para que los demás se beneficiasen. El engaño, al que veía como una de las bases del mundo moderno, era su rival; no quería convencer a la gente, como lo hacían los políticos y los empresarios. Los cuales, le enseñaban al pueblo a que soñara con servirlos, y viviera contento por haber alcanzado el famélico sueño que le había sido impuesto. Morris quería, positivamente, despertar al hombre y a la mujer de su vecindario para, con ellos, modificar el rumbo de la Humanidad.”
“Lo dijo el autor que nos convoca: la muerte del arte, es la muerte de lo mejor de la especie. Y para él, la creación no se acota al lienzo ni a la partitura sino que abarca a toda acción donde el hombre se expresa y expresa su vida. Eso ahuyenta a la muerte, por más que ni Morris, ni los filósofos, ni nosotros sepamos qué significa."
“Si uno trabaja conforme a su más íntima vocación podrá acceder a la felicidad, término que en él es casi un sinónimo de la palabra vida. Pareciera que no hay vida sin felicidad. Y que no hay felicidad sin un trabajo así entendido. Es tajante, quizás exagere. Pero es bienintencionado. Y además, William Morris es energía. Da pena el pensar en todo lo que hizo y lo poco que se hace, generalmente, hoy en día. El lamento se acrecienta porque la proporción de cosas sublimes es muy menor en todo ese poco que hacemos."
“Su energía lo hizo ser tantas cosas…: novelista, diseñador, tintorero, traductor, arquitecto, pintor, tapicero, alfarero, editor, poeta… que resulta más fácil convertir su nombre en un adjetivo que enumerar la casi interminable lista de rótulos que, en casos como el suyo, no hacen más que limitarlo; si bien, todo eso que nombramos, podría, sin demasiado esfuerzo, amontonarse en la palabra artesano, seguiría faltándonos algo: vida; al tiempo que sobrándonos otra cosa: abstracción. Por eso, quizás valga y, de alguna manera baste, decir que William Morris fue William Morris; algo irrepetible, en el sentido menos banal de la singularidad de cada ser humano.”
“Morris nos suplica que hagamos lo que nos interesa. Él creó el movimiento Arts & Crafts, revalorizando saberes burdamente olvidados. Y por eso se lo recuerda, sobre todo. Pero ese no era exactamente su fin, su objetivo vital. Se trata sólo de una consecuencia; de la materialización de su genio y sus valores.”
“Presentar a Morris sólo como un marxista sería pretender capturar una mariposa titánica y lejana, como una nube, con el humilde mediomundo de una teoría; una de tantas de las que forjaron su personal, irrepetible, actitud ante la vida. En una eventual balanza, por sobre eso, primarían sus padres, tantos poetas, la calle, John Ruskin, la Historia, los artesanos medievales, el río Támesis. O su amigo Edward Burne-Jones, un conservador.”
“Su peso específico como escritor es el que tuvieron muchos hombres, los que, sin embargo, en el mar de la especie, ocupan sólo un par de arrecifes, casi perdidos para casi todos. Que sea pedagógico y claro, es un mérito. Cuando habla de romances, caballeros y bosques encantados, lo hace desde el amor a la imaginación, eso no es poco. Como mínimo, es sincero; hace lo que nos pide, lo que le gusta. Y, si sus versos pudieran no tocar las cimas habitadas por Machado, si su prosa presentase más impurezas que esos diamantes que Chateaubriand nos legó, o si sus convicciones políticas careciesen de la consistencia teórica del edificio del marxismo ortodoxo, ¿habrá algún problema o deficiencia en su vida y en su obra? No conocemos a nadie que haya escrito como Shakespeare, pintado como Picasso y liberado a un pueblo como Moisés, todo al mismo tiempo; desde la cuna hasta la tumba”.
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En el número 1 de la Revista La Laguna publiqué un primer artículo sobre los molinos de Alomartes, bajo el título: “LOS MOLINOS DEL GRAN CAPITÁN EN ALOMARTES.” Continuando con el tema de los ‘molinos de pan’ de Alomartes, trataré a continuación, para el número 4 de la citada revista, los datos relativos a la construcción del llamado Molino de la Venta de Alnarache.
El licenciado Pedro Lopez de Puebla, abogado de la Chancillería de Granada, compró la alquería de Alnarache de los herederos de Alonso Dias Vanegas, teniente de alcaide del Castillo de Íllora nombrado por el alcaide titular Gonzalo Fernandez de Cordoba, el Gran Capitán.
El 19-02-1531, el licenciado Pedro Lopez de Puebla convocó la presencia en sus tierras, situadas “en el camyno que viene de la villa de Yllora al alquería de Alnarache, abaxo de los molinos del Duque, por el rrío abaxo”, al escribano Francisco Mediano, para que diese testimonio de “lo que allí viese y oyese”. Y dijo:
“Que por quanto él tiene començado e librado hedificar un molino en çiertas tierras suyas... y a de moler el dicho molino con el agua que de dicho río esté en la dicha açequya, en continuaçión de la dicha obra y en conservaçión de su derecho, mandava e mandó a Françisco Hernandez, peón que estava presente, que hechase la dicha agua por la dicha açequya e la truyese al dicho molino.”
El lugar en donde el dicho licenciado quería hacer el molino estaba “cerca del ryo de la fuente de Alomartes, en una haça que hera de Juan de Granada” (Juan de Granada, era un cristiano nuevo o morisco natural de Íllora).
A dicha construcción del molino se opusieron Leonor Andaraxia y Gonzalo Çulbon, moriscos con propiedades en la zona de Alomartes, mediante demanda ante el Juzgado de las Aguas de la ciudad de Granada, argumentando que:
“... el dicho licenciado no puede llebar la dicha agua, para el molyno que faze, por el acequia que la quiere tomar, porque la dicha acequia va por agua de las tierras de la dicha my parte, e sy el agua ovyese de yr contynua por la dicha acequia las tierras de my parte se perderían e dañarían; porque yendo el agua contynuamente por la dicha acequia las tierras de my parte se mojarían y estarían syenpre mojadas... e no se podrían senbrar...”
Debió haber alguna oferta de compra de las tierras de Andaraxia y Çulbon por parte del licenciado Puebla, ya que el procurador Alonso Tello, “en nombre de Leonor Andarxia”, decía el día 18 del mismo mes, que “my parte no quyere bender sus tierras ni rrescebyr el daño que les byene.” 1
Intervinieron diversos testigos durante el transcurso del pleito, unos cristianos viejos y otros moriscos: El primero de los testigos fue Pedro Martines de Torralva, vecino de Íllora, de unos 60 años de edad, que entre otras cosas dijo:
“questo a visto este testigo del dicho tienpo de [35] años a esta parte o más tiempo, e que no a visto ny sabido que otra cosa fuese en contraryo. E que sy otra cosa fuera este testigo lo supiera, e no pudiera ser menos porque desde antes que se ganase esta cibdad [año 1492] este testigo estaba en Yllora [tomada en 1486], e oydo, quando se hizo el rrepartimyento de Yllora, que estaba fecha la dicha acequia antiguamente.”
El tercer testigo era morisco. Se trataba de:
“Juan de Granada, xpiano nuevo, vecino de la dicha alcaría de Alnarache... seyendo preguntado por las preguntas... por lengua de Xpoval Romero, xpiano nuevo, porque el dicho Juan de Granada dixo qe no sabía aljamya... ques de hedad de ochenta años poco más o menos...”
“A la segunda pregunta dixo que sabe este testigo la dicha acequia contenida en la pregunta desde queste testigo hera mochacho, e sabe acordar a esta parte porque este testigo nasció en la dicha vylla de Yllora e se crió en ella, e a visto e conoscido la dicha acequia de más de setenta años a esta parte, por la qual byene la dicha agua de la dicha fuente de Alomartes, e con ella riegan todos los que tyenen heredades e hazas con que se puede rregar... porque este testigo e su padre tenían heredades e haças a la parte de la dicha acequia e rregaban con ella de la forma que tyene dicho...”
Declaró en cuarto lugar como testigo Francisco Medeleni:
“xpiano nuevo, labrador, vezyno del dicho lugar del Tocón... de edad de cincuenta años poco más o menos”. El cual dijo que “anda syenpre por aquella tierra e tyene allí tierras que se rriegan con el agua que vyene por la dicha acequia; e junto al molyno que haze el dicho licenciado tyene un pedaço de tierras de rriego”.
Francisco Medeleni añadió:
“que sy traen el agua contynuamente por la dicha acequya se remana un poco en las haças questán junto e alindan con la dicha acequia, en todas las haças con quyen alinda hasta dar en el dicho molyno que haze el dicho licenciado. E que en una haça deste testigo que alinda con el acequia tanbyén se rremana, pero que no hera mucho el daño syno harto poco; pero que sy agora traxesen contynamente el agua [para el molino] que no sabe lo que se rremanaría en las haças ny el daño que se podría rrestresçar asy en la haça de la dicha Andaraxia como sobre otras”.
Francisco Medeleni sabía firmar, “e firmolo en arávigo”.
Más tarde, “estando en las labrancas donde estaban arando ciertos honbres, junto e muy cerca de la dicha alcaría del Tocón”, se tomó juramento y declaración a “Antonyo Fernandes Elbeni, xpyano nuevo, que quanto era moro se dezía Hamete Elbeni, vecino de la dicha cibdad de Granada, a la colación de San Luys”. Anteriormente había vivido “en la bylla de Priego” y después “se byno este testigo a bybyr al Tocón, donde a bybydo, y en Brácana y en Alnarache; e agora bybe en Granada. E que bybyendo en Priego que pasaba muchas bezes por el camyno e bya la dicha acequia... que por la dicha acequia venya agua... e la traían a una haça de Juan de la Vega ques alinde del térmyno del Tocón”.
Siguieron recorriendo otras labranzas cercanas a Tocón “donde estavan arando unos honbres”, y “Diego Lopes de Puebla, en el dicho nonbre del dicho señor licenciado Puebla, presentó por testigo para el dicho pleyto a Martyn Alnarach, xpyano nuevo, que quando hera moro se dezía Mohamet Alnarach, vecino del dicho lugar del Tocón, el qual estaba arando en un barbecho”.
Era de edad de unos 50 años, y “byviendo y estando niño pequeño en la bylla de Yllora con su padre... estando en la dicha vylla de Yllora. Y después que se ganó Yllora que se fueron a Granada...”. Sin embargo, ahora era “vezyno, como dicho ha, del dicho Tocón e andar por esta tierra a la contyna. E que Brácana e Alnarache tyenen fecho concierto entre ellos de rregar con la dicha agua a sus tienpos... Que oyó dezir este testigo a muchos viejos ancianos xpyano nuevos ... e asy mismo al Medeleni, que hera vezyno de Yllora, que sería entonces cuando se lo oyó de ochenta o noventa años, que la dicha acequia hera antigua de mucho tiempo...”
Pretendiendo el licenciado Puebla que el agua para su incipiente molino pasara por la acequia destinada al riego, también Leonor Andaraxia y Gonzalo Çulbon decidieron hacer otro molino en sus tierras, que estaban situadas más cerca del origen de las aguas de Alomartes:
“an comenzado a cabar y hazer el hoyo para el dicho su molyno...”.
Sin embargo, el licenciado Puebla, que defendía su derecho a construir un molino y justificaba la utilidad social del mismo, no consintió que dos moriscos cristianos nuevos, acogiéndose a esos mismos argumentos, o sea, su derecho a construir un molino y la utilidad social de éste, hicieran lo propio.
La oposición del licenciado a la construcción de un molino por parte de los moriscos motivó una ampliación del pleito con la intervención de nuevos testigos, pues ahora se trataba del proyecto de construcción de dos molinos: uno por el licenciado Puebla y otro por Gonzalo Culbon y Leonor Andaraxia.
Terminadas las intervenciones de los testigos, el licenciado Puebla dirigió al Tribunal un escrito en el que argumentaba que algunos testigos presentados por Gonzalo Çulbon y Leonor Andaraxia eran vecinos de Íllora, con cuyo Concejo local también tenía un pleito el propio licenciado Puebla, por lo que presuponía que si alguno de los citados testigos “dize algo en mi perjuizio, es bezyno de Yllora”, y que lo diría por la causa mencionada.
Fallaron los jueces el día 24/05/1531, dando la razón al licenciado Puebla para construir su molino y llevar el agua de modo continuo por dicha acequia, mandándole que si algún daño hiciere a las tierras de Leonor Andaraxia que él o sus fiadores lo paguen. Nada se dice en la sentencia sobre el otro molino que también habían comenzado a construir Leonor Andaraxia y Gonzalo Çulbon, y que de comenzar a operar recibiría el agua antes de que llegase al molino del licenciado Puebla.
En años posteriores se habla en los documentos de los molinos del licenciado Puebla y de sus herederos; molinos que según los diferentes contratos de arrendamiento eran tres: el Alto, el de la Torre y el de la venta de Alnarache.
El molino Alto y el de la Torre fueron propiedad del Duque de Sesa, o sea, del Gran Capitán y de sus herederos; pero hacia los años 1543/45, dichos molinos fueron vendidos al licenciado Pedro Lopez de Puebla, el cual terminó reuniendo en su poder los tres molinos de la zona hasta entonces: los dos molinos que fueron del Gran Capitán y el que motivó el pleito con Leonor Andaraixa y Gonzalo Çelbón, llamado Molino de la Venta.
Por lo que respecta a las rentas de los molinos, en el año 1541 los molinos del “señor Duque de Çesar”, o sea, el Alto y el de la Torre, fueron arrendados por el mayordomo del Duque por precio de 141 fanegas de trigo cada año. Diez años después, estos dos molinos y el de la Venta de Alnarache, los tres ya propiedad del licenciado Pedro Lopez de Puebla, los tenía éste arrendados por 345 fanegas de trigo anuales.
Antonio Verdejo Martin
Ida
Año 2013.
Duración: 80 min.
País: Polonia.
Director: Pawel Pawlikowski.
Guión: Pawel Pawlikowski, Rebecca Lenkiewicz.
Música: Kristian Selin Eidnes Andersen.
Fotografía: Lukasz Zal, Ryszard Lenczewski (B&N).
Reparto: Agata Kulesza, Agata Trzebuchowska, Joanna Kulig, Dawid Ogrodnik, Jerzy Trela, Adam. Szyszkowski, Artur Janusiak, Halina Skoczynska, Mariusz Jakus.
"El pasado es un cubo lleno de cenizas"
(Carl Sandburg)
Polonia, años sesenta. Poco antes de tomar los votos para convertirse en monja, la joven Anna/Ida (Agata Trzebuchowska) visita a su tía Wanda (Agata Kulesza), a la que no conoce, y descubre sus orígenes.
Avalada por sus premios en diferentes festivales como Varsovia (mejor película), Toronto (premio internacional de la crítica), Gijón (mejor película, guión, actriz y dirección artística) o Londres (mejor película), Ida, del realizador polaco Pawel Pawlikowski, constituye un magnífico trabajo que sigue la tradición del mejor cine europeo de autor.
Ambientada en la Polonia socialista de los años sesenta, el filme, cuyo punto de partida resulta idéntico al de Viridiana, de Buñuel (una novicia que visita a su único pariente antes de tomar los votos), reflexiona acerca del pasado histórico, las raíces familiares y las heridas sin cicatrizar.
Ida es una película formalmente brillante, caracterizada por una austera puesta en escena de resonancias bressonianas (o dreyerianas), una cuidada composición de planos, unos encuadres donde se “vacía” la parte superior del campo, y una extraordinaria fotografía en blanco y negro rica en texturas. Al igual que el Rublev de Tarkovsky, nuestra protagonista, también religiosa, debe salir de su “cascarón”, el convento, para tomar conciencia de la humanidad previo paso a la aceptación de su lugar en el mundo. El contacto con el mal (las huellas del Holocausto), y con su pasado familiar (no es quien creía ser ni proviene de quien creía provenir), y con las tentaciones carnales (el personaje del joven músico), le harán replantearse sus convicciones existenciales. Pawlikowski narra de manera pulcra, concisa (la cinta apenas supera los ochenta minutos de metraje), omitiendo lo superfluo y sin necesidad de recurrir a la música extradiegética, excepción hecha de la sublime Ich ruf zu dir, Herr Jesu Christ, de Johann Sebastian Bach, en la escena final. El contraste de caracteres entre las dos mujeres (“Yo soy la puta y tú la pequeña santa” como le dice Wanda a su sobrina en un momento determinado del filme), que se irán aproximando emocionalmente a lo largo de la trama, sirve al director para articular su sobrio relato. Cabe resaltar, en ese sentido, la labor interpretativa llevada a cabo por Agata Kulesza, que está enorme.
Una obra cinematográfica notable, en definitiva, esta Ida. Su mayor o menor relevancia dependerá, como es habitual, de cómo le siente el paso del tiempo y los sucesivos visionados.
Ricardo Pérez Quiñones
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