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mesopotamia
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E
Palacio de Nimrud, según la reconstrucción de Austen Henry Layard. Biblioteca Nacional, París.
n un año repleto de acontecimientos
electorales lo suyo es que hubiera dedi-
cado estas letras a reflexionar sobre la
importancia de una meditada elección en
los variados comicios venideros,
dada la
situación actual del país, agobiado por las alar-
mantes cifras de desempleo, una corrupción im-
púdica de las clases dirigentes que fomentan el
clientelismo y el amiguismo en detrimento del
mérito y la capacidad personal, el hartazgo del
viejo bipartidismo (que nada bastante bien entre
las aguas turbulentas de la demagogia y el cinis-
mo, entre promesas incumplidas y justificaciones
surrealistas que sólo
e
ngañarían a un niño de
pecho) y hubiese titulado las mismas como
“Elecciones”, “Los viejos y los nuevos” o “Las prome-
sas rotas” (títulos todos muy cinéfilos) o algo así. O
podría haberme remontado, en una comparación
“diacrónica” por llamarla de alguna manera, al es-
píritu de la genuina democracia que en sus orígenes
griegos sostenía que los asuntos de la polis (lo que
llamamos “política”) incumben a todos y cada uno
de los ciudadanos que forman el estado (con todas
las imperfecciones de un sistema en ciernes que no
dejaba participar, por ejemplo, a las mujeres, pero
claro, estamos hablando de hace más de dos mil
años). Traer a colación algún texto de Demóstenes
o Aristóteles y haber titulado “Los griegos” tam-
poco hubiera estado mal. Pero no estoy de humor
y tan ardua tarea se me atraganta aún más cuando
recuerdo las palabras de aquel ministro de Fran-
co que, tras las primeras elecciones democráticas,
preguntó muy serio “quiénes hemos ganado”…
Probablemente la sinrazón y el miedo, ésos serán