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Un diálogo entre Ochi Reyes y Javier Marquerie Thomas

Dos propuestas artísticas diferenciadas que posan una mirada activa y anatómica sobre realidades distintas
Ambos trabajos confluyen en una necesidad común de acercarse al pasado desde la ausencia, la abstracción, la nostalgia y la distancia que deja el paso del tiempo
Ochi Reyes se aproxima y cataloga los objetos de su madre fallecida mientras que Javier Marquerie Thomas hace lo propio en su regreso genealógico a la finca familiar en la que pasó gran parte de su infancia
La Fábrica presenta la muestra Anatomías Distantes que pone en diálogo las propuestas de los fotógrafos Ochi Reyes (1974, Madrid) y Javier Marquerie Thomas (1986, Madrid). Ambos trabajos, Mother y Los barros del Monje posan una mirada activa y anatómica sobre realidades distintas: los objetos de su madre en el caso de Ochi y los campos de Castilla en el de Marquerie. Escenarios frente a los que los autores soportan necesariamente la experiencia del duelo, un estado paradójico en el que la relación con lo que se ha perdido fluctúa entre cercanía y distancia. Aquí es donde sus actos fotográficos corren en paralelo a esta experiencia, generando imágenes en las que casi desaparece el referente fotografiado mutando en imágenes de sugerentes presencias.
La serie Mother de Ochi Reyes es un retrato de la ausencia. La autora se rodeó de las cosas que su madre había dejado tras su muerte y lo fotografió todo. En esa búsqueda utilizó diferentes lentes para acercarse aún más a los objetos fotografiados, hasta finalmente servirse de un microscopio a través del cual el referente desaparece en lo que parece ser una serie de paisajes desiertos y abstractos. Un trabajo que más allá del proceso personal original, pretende reflejar la ansiedad que las fotografías producen debido a que el referente a la vez está y no está  ahí. Las fotografías nos traen recuerdos pero estos no son la realidad.

 

Mother © Ochi Reyes

 

Los Barros del Monje de Javier Marquerie Thomas toma prestado el nombre de la finca de su familia. Allí están los paisajes donde sus miembros crecieron, que rebosan munición y metralla procedente de la Batalla de Brunete y que su tío ha ido coleccionando durante largos paseos con la ayuda de un detector de metales. La combinación de estos restos ha devenido en bodegones que Marquerie fotografía como reliquias entre los que brotaron las raíces de su genealogía. Los Barros del Monje es una historia micro-épica, una lucha por la ideología política de soldados de todo el mundo, los campos de Castilla, los campos de batalla. Una lucha frente al desgaste de la memoria de una familia reflejado en el de un país. Una historia en una Historia.

 

Los Barros del Monje © Javier Marquerie Thomas



Ochi Reyes (1974, Madrid)  tras estudiar en la Escuela de Arte de Murcia se trasladó a Londres para licenciarse en Artes Fotográficas en la Universidad de Westminster en 2010. Actualmente estudia MA Estudios Fotográficos de la Universidad de Westminster. En 2005 su proyecto Amorous Discourse fue finalista en la categoría Descubrimientos PHE. En 2011 su trabajo Revelations fue seleccionado para el certamen FreshFacedandWildEyed de la Photographers Gallery de Londres.
El trabajo de Ochi examina la influencia de lo ajeno en su propio universo creativo. Se interesa en cómo nuestras identidades se construyen culturalmente, y su trabajo explora cómo se imponen las concepciones de las distinciones de género, el amor y el deseo en nuestro cuerpo desde el exterior. Muchos de los personajes de sus fotografías son actores, y se cuestiona cómo nos convertimos en actores de nuestro propio cuerpo, jugando roles previamente guionizados y preparados para nosotros. Sus fotografías cuestionan la naturaleza de la representación, a menudo explorar el efecto mise-en-abîme  de usar una especie de representación dentro de otra.

Javier Marquerie Thomas (1986, Madrid) con diez años se trasladó de Madrid a Cardiff, ciudad natal de su madre, donde vivió su adolescencia. Su doble nacionalidad y su infancia, a medio camino entre dos países, marcan las raíces de su obra artística. El tiempo, la memoria y la delicadeza de ambos, son el núcleo de sus fotografías. Cada uno de sus proyectos nos guía por un recorrido melancólico de reflexión autobiográfica. Ha expuesto en diversas colectivas y exposiciones individuales en España y Europa  como Scan (Tarragona), Lodz International Photography Festival (Lodz, Polonia), WestPhoto Prize 2009 en la P3 Gallery (Londres) o Festivale Internazionale di Roma (Roma, Italia), BlankPaper (Madrid), EFTI (Madrid) Dreamspace (Londres), Goethe Institut (Nueva Delhi) o MACRS. Sul Ado Malagoli Art Museum (Porto Alegre, Brasil).

Del 4 de julio al 24 de agosto de 2014
La Fábrica.
Calle Alameda 9 de Madrid

 

En los primeros días del otoño, el número 4 de La Laguna deja caer sus hojas en el improbable suelo cibernético. El anterior, “Andalucía”, supuso una experiencia complicada en su realización y muy gratificante en el resultado; de nuevo el agradecimiento sincero al centenar largo de personas que hicieron posible esa propuesta.

El número 4 comienza con “Los oficios del dibujo”; especial que se aproxima al universo del cómic y la ilustración a través de las impresiones que sobre su profesión tienen dibujantes de una contrastada trayectoria (Iban Barrenetxea, Jesús Gabán, Violeta Lópiz, José Luis Prats “Ozeluí” y Paco Roca). José Luis Tejero ha sido el encargado de realizar las entrevistas, además, con las experiencias vividas en el certamen Ilustratour 2014, ha escrito el artículo “Cuaderno de viaje”.

“Antonio Vega. Tu voz entre otras mil” es un fascinante documental dirigido por la periodista Paloma Concejero sobre una de las figuras más importantes de la historia del pop-rock nacional. Sin evitar el tránsito por los senderos más controvertidos de su vida, la película supone un emocionante recorrido por la trayectoria vital de un magnífico creador. Paloma concedió a La Laguna una entrevista donde muestra sus sensaciones sobre esta película valiente, honesta y hermosa.

En el apartado de artículos, Antonio Caba escribe en una nueva entrega de “Ínsula”: “Reflexiones, anecdotario y ciertos apuntes etnográficos e imaginarios sobre la Feria de Ganado de Íllora”; Antonio Verdejo profundiza en un pasaje de la historia ilurquense en su artículo “El molino de la Venta de Alnarache”; “Para pan da”, es la aportación de Hillora Blog; y Meneceo, en “El verano y Cicerón”, señala cómo son los más débiles los que siguen pagando las consecuencias de un sistema mezquino.

En la crítica literaria, musical y cinematográfica, José Nitsuga escribe sobre la apabullante personalidad del músico nigeriano Fela Kuti; Miguel Alcázar analiza uno de los libros en castellano más sobresalientes de los últimos años, “En la orilla”, de Rafael Chirbes; y Ricardo Pérez Quiñones se acerca a la íntima historia de "Ida", hermoso film del polaco Pawel Pawlikowski

Algunas de las exposiciones más interesantes del verano tienen también su hueco: Mitos del Pop; Anatomías distantes; y Antoni Arissa, la sombra y el fotógrafo.

El número 4 también incluye esa especie de oración laica:  “Porque sueño, yo no lo estoy”, plegaria que Léolo (el protagonista de la película del mismo título dirigida en 1992 por Jean-Claude Lauzon) repite en su cabeza una y otra vez. El texto corresponde a un fragmento de la novela L'Avalée des avalés (El valle de los avasallados), del escritor de Quebec Réjean Ducharme. Sirve como desolado “valle” la estupenda fotografía “Cantera en la sierra de Parapanda”, de Juan Antonio Sánchez Jaime. En estos tiempos de avasallados y avasalladores, quizás un puñado de valiosas palabras nos libren del mal y la locura:

“A ti, la Dama, la audaz melancolía que con grito solitario hiendes mis carnes ofreciéndolas al tedio, tú que atormentas mis noches cuando no sé qué camino de mi vida tomar, te he pagado cien veces mi deuda”.

Una instantánea del mexicano Enrique Metinides -excelente fotoperiodista de sucesos que, buceando en lo más abyecto del alma humana supo sacar a la superficie la terrible belleza del horror-, sirve para ilustrar la frase de cabecera de este número: “El fondo está lleno de buenas personas, sólo el aceite y los bastardos ascienden”.

En la contraportada, la fotografía de Diego Ibáñez donde se muestra el molino de aceite que ocupaba casi por completo el callejón de La Laguna. Hace ya demasiado tiempo que los inviernos no huelen a aceituna recién molida; ya no pasan con sus bestias y sus carros la noble estirpe de agricultores que sabían ganarse bien el pan, y disfrutaban de la vida y la amistad  en las tabernas de vino mosto, bacalao y flamenco cercanas al molino. En el callejón La Laguna ya no hay piedras, y la ortiga y la malva ya no nacen en los rincones.

Hoy día, donde parece una necesidad imperiosa reivindicar las fronteras terrenales, ¿quién nos devuelve los territorios perdidos de la infancia, la única y verdadera Patria del hombre?.

 

 

James Joyce fotografiado en 1926Se cumplen cien años de la publicación de “Dublineses”, colección de cuentos del escritor James Joyce (Dublín, 1882-Zurich, 1941). Compuesta por quince relatos ambientados en Dublín, supuso la segunda obra impresa del autor irlandés tras su libro de poemas “Música de cámara” (1907).
Ambientada en los primeros años del siglo XX, con el conflicto entre católicos y protestantes en plena efervescencia y el nacionalismo irlandés en su apogeo -materializado en la declaración de independencia de julio de 1921-, el autor de “Ulises” ofreció a través de estos textos su visión de los conflictos y tensiones generados a causa del bloqueo cultural, mental y social que, según el propio Joyce, sufría su ciudad debido al sometimiento del Imperio Británico y la Iglesia Católica.
La publicación de Dublineses sufrió no pocas dificultades. Grant Richards, el editor londinense encargado de su impresión, puso desde el principio objeciones de tipo moral al manuscrito y terminó por rechazarlo. Tres años después, en 1909, los editores dublineses Maunsel & Company se muestran interesados en su publicación, aunque  prejuicios políticos y el miedo a sufrir demandas por parte de los propietarios de los establecimientos que aparecían en el libro terminan por abortar su edición.
En 1912 el libro se llegó a componer e imprimir, pero ante el asombro de Joyce y del poeta y novelista Padraic Colum que lo acompañaba, el editor George Roberts se negó a que el libro viese la luz, hizo destruir los volúmenes impresos y amenazó con demandar a Joyce por las pérdidas económicas ocasionadas. A raíz de ese lamentable episodio Joyce compuso el poema “El gas quemador”, donde refleja su ira y frustración por lo ocurrido:


* Fragmento de "El gas quemador"


...Me envió un libro hace diez años;
lo leí cien veces o más,
de delante atrás, de arriba abajo,
de uno a otro extremo de un telescopio.
Lo imprimí hasta la última palabra
pero por la misericordia del Señor
la oscuridad de mi mente se disipó
y vi la intención malévola del escritor

 

Primera edición de Dublineses



Joyce, indignado y furioso, abandonaría poco después Irlanda adonde jamás volvió.
En el momento de su publicación los cuentos tuvieron escaso éxito,  apenas doscientos ejemplares llegaron a venderse en los primeros meses. Muchos de los personajes de Dublineses aparecerían posteriormente en la novela fundamental de Joyce, “Ulises”.
Las hermanas, Un encuentro, Araby, Eveline, Después de la carrera, Dos galanes, La casa de huéspedes, Una nubecilla, Duplicados, Polvo y ceniza, Un triste caso, Efemérides en el comité, Una madre, A mayor gracia de Dios, y Los muertos son los quince relatos que componen el libro.
Cualquier excusa es buena para volver a ese Dublin de principios del siglo XX y asistir a las peripecias de Jimmy Doyle, Little Chandler, Farrington o Gabriel Conroy, melancólico protagonista de “Los muertos” -el relato que cierra el libro-, maravillosa reflexión sobre el amor, la decepción y el sinsentido de la existencia.
Es obligado recordar en este momento la adaptación al cine que ese “irlandés” de Nevada (Missouri) que fue John Huston realizó de este cuento, su monumental testamento cinematográfico. El lamento final de Gabriel junto a la ventana, mientras cae la nieve y la noche en el valle, es uno de los instantes más sobrecogedores de la historia del cine.

Unos toquecitos en el cristal lo hicieron volverse a la ventana. Otra vez había empezado a nevar. Soñoliento, se fijó en los copos, plata y sombra, cayendo oblicuos contra la farola. Le había llegado el momento de encaminarse al Oeste. Sí, los periódicos tenían razón: la nieve caía por toda Irlanda. Caía por toda la oscura llanura central, sobre las colinas desnudas; caía suavemente sobre la Marisma de Allen y, más hacia el oeste, suave caía sobre las oscuras olas amotinadas del Shannon. Caía también en la colina del cementerio solitario en que yacía enterrado Michael Furey. Se amontonaba espesa sobre las cruces y lápidas torcidas, en las lanzas de la pequeña verja, sobre los espinos resecos. Su alma fue desvaneciéndose mientras oía caer la nieve tenuemente por todo el universo, y tenuemente caer, como el descenso de un último ocaso, sobre todos los vivos y los muertos.


Fragmento de “Los muertos”.

 

 
 

Rescate de un ahogado en Xochimilco con público reflejado en el agua (1960) (c) Enrique Metinides

El fondo está lleno de buenas personas,
sólo el aceite y los bastardos ascienden.

William Goldman

 

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Que nuestra habilidad sea crear leyendas a partir de la disposición de las estrellas,
pero que nuestra gloria sea olvidar las leyendas y contemplar la noche limpiamente.

Leonard Cohen